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sábado, febrero 22, 2014

El último cigarro de la colmena...

Acabaste la tregua 
como quien cambia de bragas en una noche cualquiera,
de bares, buscando otras guerras.
Lanzaste el despojo del último beso, 
ese que nos dimos con los ojos abiertos,
en aquel parque que tantas veces nos vio amarnos.

Quemaste uno a uno los recuerdos, 
y mis cartas,
quizás porque querías olvidarme,
o quizás porque te hacía daño saber que quien fallo fuiste tú.

Yo, tan ingenua, me fumé la vida
creyendo que mis penas se ahogarían o que en su defecto volarían
y que así dejarías de ser ese filtro entre mis manos
que volvía para calentarme en las noches de lluvia.

Pero no, tú te quedaste,
y te convertiste en mi abeja reina
revoloteando sobre mí 
cada vez que otros te negaban la miel.

Me convenciste de que no había más pitillos, ni petas para liar
de que solo quedaba el tuyo.
Y que si el mono me podía,
no me quedaba otra que entrar en tu panal
y saborear el tabaco dulce de tus besos, 
que ya no eran tan dulces sino amargos.

Tonta de mí, caí cuantas veces quisiste
era una más de tus obreras
dispuesta a llevarte en hombros
incluso hasta las estrellas

Y así  fue, volé contigo mil veces y miles fueron las heridas,
tantas que dejaron mis alas destrozadas y ya no pude volar más.
Caí en picado y me estampe en la acera, contigo a cuestas
y me culpaste de todo, de mis faltas y de las tuyas.

Entonces, cerré los ojos
y le di una última calada a tu presencia,
me puse tu foto como parche de nicotina
si, en el corazón
para recordar que a veces la vida puede ser muy perra
pero que tú, siempre serás muy puta.

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